miércoles, 9 de octubre de 2013

Piedra de Rayo

Piedra de Rayo

Cayó un rayo en la esquina de mi techo. Más arriba hay rejas y antenas donde pudo caer tranquilamente. Buscando explicaciones, me traigo un electricista y le planteo la inquietud. El tipo revisa el techo, agarra un pedacito de madera, un pedacito de teja. Y concluye:

-No fue un rayo pues no quedaron rastros del rayo. Cuando cae un rayo se enfría violentamente al hacer contacto con cualquier cosa, y queda un pedazo de rayo como congelado. Es como un carbón muy brillante.

Una vez seguro de que el tipo hablaba en serio, opté por la vía del Mr Hyde:

-Amigo, debo confesarle algo...
-¿Que cosa?
-Yo encontré ese carbón. Pero el rayo venía tan caliente, y se enfrió tan rápido, que quedó convertido en carbón adiamantado, transparente como el cristal. Medía dos cuartas.

El tipo peló los ojos.

-¿Puedo verlo?

-No amigo. Se lo vendí a un joyero. Me dijo que se llamaba Piedra de Rayo, una joya muy rara en la naturaleza. Me dio mucho dinero por ella.

Mientras lo llevaba a la puerta le dí detalles de la belleza de la Piedra de Rayo, su fortaleza de diamante, su corazón celeste como agua de Los Roques, su candil de estrella, su lisura de nácar. Su peso de pluma. 

Durante el trayecto del ascensor me preguntó cuanto dinero me dieron por ella. Le contesté que lo suficiente para comprar una casa nueva. 

Se fue caminando, cabizbajo, no sin antes echar una mirada furtiva a la esquina de mi techo.

Regresé al apartamento, feliz de haber contribuido con mi granito de arena al gran desierto de nuestra ignorancia popular.

Si después de una tormenta, ven personas revisando el sitio donde cayó un rayo, ya conocen el origen de la leyenda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario