domingo, 5 de junio de 2016

Orgullo y tristeza

Uno escucha amigos y familiares como se van ajustando a las diferentes etapas de un país con escasez de comida. Al principio cuesta creerlos, hasta que poco a poco, vas acercándote a esas etapas que ya ellos pasaron. Lo peor es saber, por boca de ellos, que vienen momentos más duros. Confirmas entonces, que antes la harina llegaba a tu supermercado tres veces a la semana, y ahora llega una vez cada dos semanas.

Hay personas que ponen cara de asco y dicen que jamás se rebajarán a hacer una cola por comida "impuesta" por el gobierno. Otros ponen cara de asco diciendo que jamás se rebajarán a pagarle a un bachaquero diez veces el valor del producto. Al final te das cuenta que te ubicas en un grupo u otro, dependiendo de tu presupuesto, no de tus convicciones.

En un ejercicio preparatorio, hicimos inventario de la comida en la casa, y ordenamos los productos por fecha de vencimiento. Una vez terminada la lista y establecido un "probable" plan de racionamiento, me quedé pensando que por esto mismo pasaron mis abuelos, racionando los alimentos para sus familias en medio de la cruel Guerra Civil Española. Y entonces, te invade un profundo orgullo. Recuerdas la historia de cuando iban a los campos en las noches, y con permiso del agricultor, revisaban el campo en penumbras, como topos hambrientos, escarbando la tierra con los dedos buscando las papas que escaparon a las manos del sembrador.

Pero al mismo tiempo, te invade una gigantesca tristeza por la posibilidad de vivir algo cercano a aquella experiencia, en un país sin guerra, sintiéndote un ciudadano de segunda, en la misma tierra pródiga que parió los hombres y mujeres aguerridos que liberaron Sudamérica.

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