martes, 12 de noviembre de 2013

La Reina Masai

Era alta, muy alta. Piel canela, espigada, de rasgos finos y andares de venada. Entró en territorio conocido y fue obsequiando una hermosa y franca sonrisa a todas aquellas personas que la observaban desde las mesas. 

Pudiera haber pasado por azafata, o incluso modelo de pasarela, pero vestía demasiado sencilla para estar en el aeropuerto, demasiado como en casa, sin una gota de maquillaje, sin una mota de base. Su ropa tenía el uso que dejan los desiertos anaranjados y el sol calinoso. Tomó primero una bandeja, y con la gracia de una diva, fue tomando con dos de sus largos y finos dedos, aquella galleta que quedó en esa mesa, aquellas servilletas que quedaron en la otra, unos restos de pollo empanizado a medio comer, el medio sandwich que abandonó alguien apurado por la salida de su avión. 
Con una rápida mirada de gacela, revisó el resto de las mesas sin encontrar lo que buscaba. Se dirigió al cesto metálico de la basura, e introdujo completo su largo brazo. Tras un rápido tanteo, sacó un refresco casi completo. Sonrió (esta vez de triunfo) al confirmar que era de un sabor adecuado a sus gustos, y con otra rápida mirada, ubicó y levantó un pitillo del suelo. 

Armada con su sonrisa Pepsodent, retó y venció todas las miradas curiosas en su recorrido. Comiendo su presa de pollo con dos deditos y el meñique erecto, avanzó por el pasillo entre las mesas del fondo.

Con su gracia y su bandeja, la Reina Masai desapareció poco a poco, entre la pompa lenta y silenciosa de las escaleras mecánicas.  

miércoles, 9 de octubre de 2013

Piedra de Rayo

Piedra de Rayo

Cayó un rayo en la esquina de mi techo. Más arriba hay rejas y antenas donde pudo caer tranquilamente. Buscando explicaciones, me traigo un electricista y le planteo la inquietud. El tipo revisa el techo, agarra un pedacito de madera, un pedacito de teja. Y concluye:

-No fue un rayo pues no quedaron rastros del rayo. Cuando cae un rayo se enfría violentamente al hacer contacto con cualquier cosa, y queda un pedazo de rayo como congelado. Es como un carbón muy brillante.

Una vez seguro de que el tipo hablaba en serio, opté por la vía del Mr Hyde:

-Amigo, debo confesarle algo...
-¿Que cosa?
-Yo encontré ese carbón. Pero el rayo venía tan caliente, y se enfrió tan rápido, que quedó convertido en carbón adiamantado, transparente como el cristal. Medía dos cuartas.

El tipo peló los ojos.

-¿Puedo verlo?

-No amigo. Se lo vendí a un joyero. Me dijo que se llamaba Piedra de Rayo, una joya muy rara en la naturaleza. Me dio mucho dinero por ella.

Mientras lo llevaba a la puerta le dí detalles de la belleza de la Piedra de Rayo, su fortaleza de diamante, su corazón celeste como agua de Los Roques, su candil de estrella, su lisura de nácar. Su peso de pluma. 

Durante el trayecto del ascensor me preguntó cuanto dinero me dieron por ella. Le contesté que lo suficiente para comprar una casa nueva. 

Se fue caminando, cabizbajo, no sin antes echar una mirada furtiva a la esquina de mi techo.

Regresé al apartamento, feliz de haber contribuido con mi granito de arena al gran desierto de nuestra ignorancia popular.

Si después de una tormenta, ven personas revisando el sitio donde cayó un rayo, ya conocen el origen de la leyenda.

martes, 1 de octubre de 2013

Uno y los bichos

Uno es biólogo. Y conservacionista. Uno siente una predilección especial por los animales, y pone cuidados especiales en cuidar el ambiente. La ecología como dicen algunos.
Uno siente un placer especial en el aire libre, y por lo tanto, al pasear por la terraza.

Durante el paseo, uno se tropieza con una telaraña que termina directamente en el rostro. Telaraña invisible, como debe ser. Entonces uno descubre la arañota, grandota, hermosa, y uno le pide disculpas por haber destrozado tan espectacular obra de arte. 

Uno mira luego hacia el cielo azul, hermoso. Uno detalla las nubes y esa bendición llamada Ávila. Y la mirada termina posada en los zamuros, que reposan en el techo de la terraza, y en la antena de televisión del edificio.

A uno no le gustan los zamuros. Son feos, muy feos. Uno perdona su apariencia, pero a uno le molesta que no temen a los humanos. Uno encuentra uno dentro de su casa. Entró por la ventana, y estaba dispuesto a zamparse una hermosa iguana de madera comprada en Tintorero. Uno sale entonces con la escoba, para asustarlo, pues uno no quiere dañarlo realmente. Pero entonces a uno le molesta su actitud altanera, su cara de enterrador egoísta, su mirada de motorizado retador. Y uno ve que no le tiene miedo a la escoba, ni a uno. Y uno descubre que el bastardo se va porque está aburrido, porque no tiene más nada que hacer. Y uno se cala su última mirada final antes de saltar al vacío, su cara de "volveré gordito... volveré". Pero entonces uno hace el ejercicio de recordar que su vuelo es majestuoso, perfecto, impecable. Quizás más fino que el de un águila. Uno puede verlos volar durante horas buscando térmicas, y uno sabe que lo hacen por puro placer, y uno ve a los jóvenes compitiendo por volar más alto, o descender más rápido. Y uno termina admirándolos y envidiándolos.

Uno ve a los bichos como criaturas de Dios. Porque tienen el mismo derecho que nosotros a habitar esta tierra. Y uno tiene además la ligera sospecha, una gris intuición de que quizás ellos tienen incluso más derecho que nosotros los hombres (no hace falta decir mujeres, Nicolás).

Pero entonces, uno vuelve a llevarse por delante la tela de araña. Por veinteava vez. Y uno se pregunta cuando la bendita araña aprenderá a colocar su tela en otro lado. Uno se cuestiona si su inteligencia no le permite deducir que en ese rincón, la nariz de uno seguirá cayendo en su trampa. Pero uno se calma, se queda quieto, lento, revisando si la araña está encima de uno. Uno acalla el pánico. Sus colores amarillo y negro delatan que puede ser peligrosa. Y uno sigue paseando por la terraza. Pero, sin darse cuenta, uno deja de pedirle perdón a la araña.

Y uno empieza a perderle el respeto a los zamuros que no respetan. Que han destrozado la mitad de la antena de televisión. Que nos miran desde arriba con desprecio. Y uno por prueba hace el amague de lanzarles algo. Pero ellos solo menean su cabeza un escuálido milímetro, y siguen burlándose.

Más de pronto, uno repentinamente descubre que al final todo es estructura esquema repetición imitación educación patrón. Uno descubre que es piel carne hueso y entrañas, con una cubierta de escuela formación moral espiritualidad.

Uno descubre eso en el momento exacto en que la araña se nos queda caminando en la cara, y uno está paralizado del terror, y uno suda adrenalina. 

Y luego uno descubre en la terraza los despojos macerados de una presa que el zamuro abandonó por repleto, y uno ve la cerca chorreante de sangre coagulada. Y uno siente el olor a carne putrefacta golpeando directo en el mero centro de la mitad del medio del cerebro reptil.

Entonces uno abandona al físico nuclear y al hippie comeflor. Y uno se queda en taparrabos. Y uno ya no es hombre (no es necesario decir mujer Nicolás), sino una bestia superior con mayor derecho al milagro sobre la tierra. Uno olvida por completo que es un cuadrúpedo que se bipedó para alcanzar las manzanas altas, que infló su cerebro hasta hacer un martillo, que raspó durante millones de años las piedras hasta sacarles filo. Uno manda a la mierda millones de años de lampiñismo fuego hornos de barro alfabetos números arábigos geometría electricidad silicio y bosones. Uno olvida que es la criatura maravillosa que saltó a la luna y regresó. 

Y entonces uno emite el más primitivo definitivo visceral y sincero sonido que se haya emitido desde Lucy hasta nuestros días: 

¡Basta!

Y una chola cae sobre la araña que queda lista para ser convertida en fósil si a los eones les diera la gana, y uno acude corriendo al Facebook a preguntarle a los panas, si alguno puede prestarle un rifle... una pistola. Un arco y flecha.

Una china manquesea.

Plis

martes, 30 de julio de 2013

El Gorila de Solapa de Borneo

Entre familiares y amigos son ampliamente conocidos mis "Sueños Película". Son aventuras oníricas en las cuales soy el protagonista de una historia, con principio, desarrollo y fin, en una secuencia altamente lógica. Sin embargo, anoche por primera vez tuve un "Sueño Documental", específicamente en el área de biología de primates. El segundo aspecto más relevante del sueño es que fue en HD. ¿Cómo es un sueño en HD? Pues un sueño con imágenes de altísima calidad y resolución, una experiencia que solo puede explicarse con la palabra "arrechísima". 

¿Que pudo haber generado mi sueño documental en HD? No tengo idea. El documental tiene un aire altamente "romántico" (como podrán leer más adelante), posiblemente influenciado porque ayer vi la película "Amour", un tostón insufrible que inmerecidamente ha sido evaluada con 8 puntos en IMDB, y que parece una mala versión de una película genial (también francesa) llamada "Betty Blue 37°2 le matin". 

El sueño fue tan impactante, que una vez terminado el capítulo me desperté, me reí mucho recordando la fase del cortejo (que podrán leer más abajo), y registré la idea en el iPhone para desarrollarla más tarde. Por aquí se los dejo:


El Gorila de Solapa de Borneo (sueño documental en HD)

El Gorila de Solapa de Borneo es el único primate conocido en el mundo en poseer unas proyecciones carnosas desprovistas de pelo que salen de su cuello y descienden hasta la parte alta de su pecho, de la misma forma y tamaño que las solapas de una chaqueta. De allí el nombre de este interesante animal.

El Gorila de Solapa ha desarrollado una relación simbiótica con el escorpión Suprapuya solapensis, el cual habita única y exclusivamente sobre el Gorila de Solapa. Este escorpión nace, crece y se reproduce sobre el gorila, usando la parte oculta del pliegue como guarida principal. Suele recorrer el cuerpo del primate en busca de insectos hematófagos, como garrapatas y pulgas, los cuales usa como fuente de alimento. El escorpión se beneficia del gorila al contar con su protección, pues el gorila lo cuida con celo. El gorila se beneficia del escorpión pues este lo mantiene limpio de parásitos.

Sin embargo, el escorpión tiene una función extraordinariamente importante en el cortejo del Gorila de Solapa. En un mecanismo aún no del todo claro, el gorila coloca al escorpión sobre la solapa, y con unos leves toques de los dedos logra que este se acomode enroscado y aplanado, quedándose totalmente quieto a modo de prendedor. Una vez acomodado el escorpión, el gorila macho se coloca al lado de la hembra de su interés, apoyando los brazos sobre alguna rama o roca, en una pose que recuerda mucho a la de un hombre que apoya sus brazos sobre el mesón de un bar o sobre una baranda de barco. Este acto se lleva a cabo al atardecer, pues el sol debe caer sobre el escorpión, de forma que revele los tonos iridiscentes de su exoesqueleto. Captada la atención inicial de la gorila hembra, el gorila macho se voltea y apoya los codos sobre la rama o roca (igual a como lo haría un hombre sobre la barra de un bar o la baranda de un barco), y de una manera que simula ser desinteresada, desvía su cuerpo para que los vívidos colores del escorpión sean apreciados directamente por la hembra. Se sospecha que la preferencia de la hembra por el macho aumenta de manera proporcional al tamaño del escorpión y a la belleza e intensidad de sus colores reflejados a la luz del atardecer. Si la hembra muestra un interés inicial por el macho (y su escorpión), ella se acerca y permite que el gorila macho tome su propio escorpión (todas las hembras también tienen uno), y se lo coloque en la otra solapa, quedando el macho temporalmente con sendos escorpiones a modo de prendedor sobre las solapas.

El macho entonces gira levemente el cuerpo de un lado a otro para que la hembra note el reflejo de ambos escorpiones y tome una decisión final. En caso de aceptar al macho, la hembra se muestra receptiva y a los pocos momentos se inicia la cópula. En caso contrario, la hembra recoge su escorpión de la solapa del macho, y se retira a sus asuntos particulares.


Fin