sábado, 2 de mayo de 2015

Seguro

El terminal Internacional de Maiquetía está lleno de familias que esperan a sus seres queridos. Todos reciben a sus familiares con un beso, un abrazo. Un gordo gigante recibe a su hijo y se lo come a besos. Otra pareja se besa apasionadamente. Todos los viajeros salen de la revisión de maletas por un pasillo de puertas automáticas. Echan una ojeada, ubican a su familiar, y escogen la ruta de salida.

Se abren las puertas automáticas, pero ella no sale. Solo asoma la cabeza. Va con sus dos pequeños y un montón de maletas. La niña es más grande que el varón. Seguro ella espera a su esposo.

Ella seguro es la madre. Ligeramente gordita pero maciza, se asoma al pasillo. Habla por celular molesta. Seguro habla con el esposo. No lo ve. Se vuelve a meter en el pasillo, pero se queda cerca de las puertas. Cada vez que un viajero sale, las puertas automáticas se abren y ella se asoma. Debería dirigirse a la salida, y esperar afuera. Pero ella permanece dentro del pasillo, tras la seguridad de las puertas automáticas. Seguro piensa que es más seguro. Vuelve a asomarse, otra vez con el celular. Seguro que él le está diciendo que ya llegó, porque ella grita que no te veo. Seguro que él está insistiendo en que ya llegó, pues ella repite histérica que no te veo. Ella vuelve a su cueva impoluta de puertas automáticas. Seguro percibe que su cuadro es patético. Observa como la observamos, pero seguro piensa que es tarde para hacer lo que debió hacer hace rato: dirigirse a una de las salidas. Seguro que el esposo está mintiéndole nuevamente por el celular diciendo que ya llegó, pues ella sigue gritando que no te veo. Seguro que él apenas está estacionando. Seguro que él aplica el viejo truco de ya llegué, ya estoy allí. Pero seguro que apenas hace unos segundos él estacionó el auto, y se dirige apresurado al terminal.

Él llega finalmente. No hay besos, ni abrazos. Ni siquiera saludos. Ella está molesta y le grita cosas que dice la gente que está molesta cuando espera. El niño quiere acercarse al padre, pero él solo lo saluda con un gesto de la mano. El niño detiene el impulso, y sigue a su madre, que va por delante con cara de perro bravo. Seguro él no es un tipo cariñoso. Seguro él es de esos tipos que no recibieron cariño de sus padres. No sabe dar cariño. Seguro le cuesta abrazar a sus hijos, besarlos. La niña mira al padre y se le acerca poco a poco. El padre hace un nuevo saludo de mano hacia la niña. La niña detiene el impulso de acercarse a su padre, pero lo sigue mirando. Seguro le tiene miedo. Seguro sabe que él no es cariñoso. 
Pero de pronto la niña no resiste más. Le salta encima, se le prende al cuello, y pega sus labios en el cachete de su padre. 

Seguro que ella se hubiera quedado besando a su padre el mismo tiempo que estuvo extrañándolo. Él, con una sonrisa nerviosa, seguro que sintiendo vergüenza, se desprendió poco a poco de su corroncho humano.

Esta historia es real. 
Pero lo único seguro, es que esa pequeña lo ama.