jueves, 24 de agosto de 2017

Ineluctable

Tenía ojos lindos. Pero era una niña muy flaca, muy flaca. Nunca vi una niña tan flaca. Sufría del corazón. Decía que tenía el corazón débil. Siempre lo decía. No corría con nosotros, ni jugaba a las escondidas, ni saltaba la cuerda. No podía hacer ningún ejercicio. Solo leía libros. Siempre leía libros. 
Era muy seria, nunca reía y hablaba como una persona mayor. Como la gente de las novelas. Nunca la vi reír. 

Sus padres gastaron una fortuna en doctores y operaciones por todo el mundo. Así decía mi madre. Y era cierto, porque por el cuello de su franela asomaban varias cicatrices. 

Al poco tiempo de conocerla se puso muy enferma y vi de lejos como la llevaban en silla de ruedas. Me contaron que le pidió a sus padres que la subieran en la montaña rusa que habían instalado en la ciudad. Me dijeron que los padres no querían porque su corazón no aguantaría. Ella les contestó que estaba lista para morir. Eso dicen que dijo. Que ya no podía seguir con esa vida. Los padres accedieron y la dejaron subir en la montaña rusa. 

Dicen que cuando se detuvo el carrito, ella ya estaba muerta. 
Cuentan que tenía la cara vuelta hacia el cielo, los ojos muy abiertos, y una bella sonrisa.

Así me dijeron.

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